Alemania va a robar
Uno de los primeros artículos de esta revista analizaba las virtudes y defectos del consumo como forma de participación política. Y es que el consumo está llamado a ser una de las principales - si no la principal- forma de participación política de nuestro siglo.
Esta semana surgía en Alemania una iniciativa -" Alemania va a robar” - que propone no sólo boicotear, sino robar aquellos productos que por su bajo precio implican una vulneración de los derechos de los trabajadores que los producen, por ejemplo, el café o las bananas, entre otros. El objetivo principal del hurto sería el destinar el importe que uno se ahorraría (al obtener el producto sin pagar) a Peng!, el colectivo berlinés que promueve la campaña, y que lo destinaría a organizaciones de defensa de los trabajadores afectados.
Con todo ello presente surgen las preguntas: ¿quién es responsable de un producto que viola los derechos de los trabajadores? ¿quien lo produce o quien lo compra? ¿De serlo los dos, quién tiene más culpa? ¿Podemos comparar la responsabilidad del empresario que vulnera los derechos, por cercano que esté a la violación, con la del comprador que la hace posible, que lo perpetúa comprando una y otra y otra vez sus productos?
Y es que la campaña pretende trasladar toda o una parte importante de la responsabilidad del comprador hacia la empresa que comercializa los productos. ¿No debería, simple y llanamente, limitarse a promover un boicot contra esos productos? ¿No es el comprador el responsable, comprando a bajo coste, de que los trabajadores estén mal remunerados?
Asumamos que Peng! se equivoca, aun así, ¿habría algún caso en que sí sería aceptable robar y donar el importe? Quizá en aquellos en que el producto fuera de primera necesidad y no existieran alternativas a bajo precio. Y eso en los casos en que los productos fueran de primera necesidad, ¿aceptaríamos también estos robos para bienes superfluos o lujos? ¿Y si sólo pudiera hurtarlo, pero no destinara el precio a los trabajadores por falta de recursos?
En definitiva, ¿cuál es el grado de responsabilidad del consumidor, y hasta qué punto la tiene en función de cada producto y de su propia situación, y cuál el de la empresa?
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